domingo, 22 de noviembre de 2015

Viendo caer la lluvia...

Este domingo amaneció muy frío, la lluvia cae o como diría el poeta se resbala por los cristales de mi ventana.
¡Es fantástico!
Día perfecto para la lectura y por qué no, un libro de poemas será el elegido.
José Asunción Silva vivió entre 1865 y 1896, fue un hombre solitario desde su niñez, vestía de manera muy elegante y diferente a sus amigos de colegio por lo cual fue blanco de algunas burlas.
Su primera publicación la hizo a los diez años y se llamó "La primera comunión".
Viajó a Europa de donde regresó con gran influencia vanguardista.
Escribió muchos poemas pero solo una novela "De sobremesa"
Uno de los poemas que más me gusta es Nocturno y lo comparto hoy con ustedes
                                              
                                                                NOCTURNO
Una noche,
una noche toda llena de perfumes, de murmullos y de música de alas,
una noche,
en que ardían en la sombra nupcial y húmeda, las luciérnagas fantásticas,
a mi lado, lentamente, contra mí ceñida, toda, muda y pálida
como si un presentimiento de amarguras infinitas
hasta el fondo más secreto de tus fibras te agitara,
por la senda que atraviesa la llanura florecida
caminabas,
y la luna llena
por los cielos azulosos, infinitos y profundos esparcía su luz blanca,
y tu sombra,
fina y lánguida,
y mi sombra
por los rayos de la luna proyectadas,
sobre las arenas tristes
de la senda se juntaban
y eran una
y eran una
¡Y eran una sola sombra larga!
¡Y eran una sola sombra larga!
¡Y eran una sola sombra larga!
Esta noche
solo, el alma
llena de las infinitas amarguras y agonías de tu muerte,
separado de ti misma, por la sombra, por el tiempo y la distancia,
por el infinito negro
donde nuestra voz no alcanza,
solo y mudo
por la senda caminaba,
y se oían los ladridos de los perros a la luna,
a la luna pálida,
y el chillido
de las ranas...
Sentí frío; ¡era el frío que tenían en tu alcoba
tus mejillas y tus sienes y tus manos adoradas,
entre las blancuras níveas
de las mortuorias sábanas!
Era el frío del sepulcro, era el frío de la muerte,
era el frío de la nada...
Y mi sombra
por los rayos de la luna proyectada,
iba sola
iba sola
¡iba sola por la estepa solitaria!
Y tu sombra esbelta y ágil,
fina y lánguida,
como en esa noche tibia de la muerta primavera,
como en esa noche llena de perfumes, de murmullos y de músicas de alas,
se acercó y marchó con ella,
se acercó y marchó con ella,
se acercó y marchó con ella... ¡Oh las sombras enlazadas!
¡Oh las sombras de los cuerpos que se juntan con las sombras de las almas!
¡Oh las sombras que se buscan y se juntan en las noches de negruras y de lágrimas!...

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